sábado, 3 de mayo de 2014

Capítulo 8

(Narras tú)

Me levanté con el sonido de un mensaje que había llegado a mi móvil. Ayer después de recoger toda la casa de Dylan, fuimos a casa de Alex y pasamos allí el resto del día junto algunos compañeros de Liam y Dylan y alguna que otra compañera, aunque debo de admitir que me alegró el hecho de que no vinieran ni Taylor ni Caroline, ya que tenía una pelea pendiente con ellas. Leí el mensaje de mi móvil. Era de mi madre, qué sorpresa. Rara vez me escribían algún mensaje o algo por el estilo. Leí el mensaje, decía:

"Hola, hija. Supongo que tu hermana Spencer ya te lo comentó, pero he decidido escribirte este mensaje para estar segura. Mañana llegamos a casa, pero no nos quedaremos mucho tiempo allí, ya sabes que tenemos mucho trabajo que hacer. No sé cuánto tiempo te dijo tu hermana que estaremos allí, pero como mucho dos días. La noche del primer día tenemos una cena con una empresa muy importante con la que queremos hacer negocios y también irán más empresas. Es como una cena de negocios, pero tanto tu hermana como tú tenéis que ir. La dueña de la empresa lo ha solicitado así para que parezca una cena más familiar, por decirlo así. Os he comprado dos vestidos para que os lo pongáis el día de la cena y vayáis presentables. Espero que os guste,
Mamá xx."

Genial, una cena. Lo último que necesitaba ahora era una maldita cena. La verdad, no me sentía con humor alguno para una. Las cenas de negocios se basaban en gente hipócrita diciéndote lo bien que te queda el vestido, hombres mayores bebiendo vino y whisky, y de vez en cuando, gente que te presentaba a sus hijos con alguna esperanza de relación amorosa entre vosotros con un futuro prometedor debido a la riqueza de la familia de tu padre y madre por el éxito de la empresa.

- ¡_____! --chilló mi hermana Spencer desde abajo--.
- ¿Qué quieres? --pregunté bajando las escaleras--.
- Ya llegaron los vestidos --contestó desde la puerta, agarrando dos cajas--.
- Déjame verlos --dije emocionada. Si algo me gustaba era estrenar ropa--.
- A ver --abrió una caja donde había una nota encima de un vestido negro corto precioso que ponía "Spencer"--. El de la otra caja debe ser el tuyo.

Cogí la caja sin detenerme mucho en el vestido de mi hermana y la abrí rápidamente, ansiosa y encontrándome con un vestido hermoso color rojo de palabra de honor con el escote tipo "corazón" -o al menos así lo suelen llamar- largo. Sonreí al verlo, creo que me sentiré bonita mañana por la noche.

* Al día siguiente *

- ¡Mamá! ¡Papá! --los saludé efusivamente--.
- Hola mi niña, ¿cómo estás? --dijo mi madre mientras me abrazaba--.
- Bien, ¿y vosotros?, ¿Cómo fue el viaje? --pregunté--.
- Muy bien, fuimos a Dubai estas semanas. Allí hay muchas empresas y sorprendentemente la tecnología es muy avanzada --contestó esta vez mi padre--.
- Bueno, me alegro entonces --dijo Spencer--.
- ¿Os gustaron los vestidos? --preguntó mi madre--.
- Mucho --respondí sonriendo--.

Al llegar la tarde, mi hermana, mi madre y yo comenzamos a maquillarnos mientras mi padre trabajaba. Siempre apurando el tiempo. Por el contrario, nosotras tres parecíamos una familia realmente unida. Una pena que no sea así. Mi hermana me hacía pruebas de peinados, y mi madre les daba el visto bueno. Reíamos y hasta puedo decir que las tres parecíamos felices, en especial mi madre. Yo sé que no es de su agrado estar siempre trabajando y viajando, pero al fin y al cabo es a lo que se dedica y ni mi hermana ni yo podemos hacer nada al respecto teniendo en cuenta que es lo que a ella le gusta hacer. Algo que no hay que pasar por alto es que a mí realmente me gustaría que nos dedicara más tiempo o que no solamente esté presente el hecho de que nos echa de menos, si no también ella intente sacrificar algo de su tiempo para nosotras. Al fin y al cabo, cuando dice que nos ha echado mucho de menos, son sólo palabras.

- Lista --dijo mi hermana soltando mi cabello por fin después de unas cinco pruebas de peinado y varias de maquillaje--.
- Te quedó genial --dijo mi madre mirando mi rostro en el espejo y asentí--.

Toqué un poco mi mejilla ligeramente ruborizada por la acción del colorete y me miré a los ojos en el reflejo del espejo. Llevaba rímel y la raya, por lo que mis ojos se hacían ver grandes y mis labios iban pintados de rojo a juego con el vestido. Unos pocos mechones delanteros sueltos casi rozaban mis hombros descubiertos, formando parte de la esencia del moño descuidado. No parecía yo. Cogí un papel y me quité un poco del pintalabios excesivamente rojo ignorando las quejas de mi hermana y me quité la raya superior del ojo extremadamente grande, substituyéndola por una fina que dejaba ver incluso más elegancia que la otra. Ahora sí parecía una chica elegante, y lo más importante, parecía yo. Miré a mi madre, la que sonreía con satisfacción, y luego miré a mi hermana, que me miraba con esa cara que me ponía a veces que decía: "te quiero matar". Sonreí y tiré las toallitas ahora manchadas con maquillaje a la basura que había al lado del tocador.

- Esa es mi niña --dijo mi madre--.
- Tanto trabajo para nada --se quejó Spencer, separando sus labios rosados para hablar--.
- Tenemos que irnos ya --dijo mi madre de repente mirando el reloj, sin dejar que abra un debate con mi hermana sobre su extraña obsesión con la excesividad de maquillaje--.
- Claro --dije rodando los ojos--. Tú párame los pies cuando voy a discutir --añadí, claramente con ironía--.

Las tres fuimos al salón y pude ver que mi padre miraba mucho a mi madre con amor. Mi hermana y yo por fin coincidimos en algo: fue bonito de ver. Fue bonito porque no todas las parejas consiguen casarse para toda la vida, o siquiera consiguen que la llama del amor siga encendida por bastante tiempo, pero mis padres sí. Marido y mujer. Por un momento deseé poder vivir una escena así algún día, encontrar a alguien al que querer con locura, que sea correspondido, formar una familia y poder ser capaz de compartir el resto de mis días con esa persona. Pero no sé si la habré encontrado ya, la encontraré dentro de poco, o simplemente nunca la encontraré. Eso es un misterio. 
Subimos al coche negro grande de mi padre y me senté en el asiento de atrás junto a Spencer. Miré por la ventana hasta que llegamos a un gran chalet blanco. Se podían ver algunas personas ya en el porche bebiendo un poco de vino o champán. Mi padre aparcó y los cuatro bajamos del coche, yo la primera, haciendo un poco de ruido con mis tacones rojos al pisar el asfalto. Me acomodé un poco el escote que había quedado un poco destapado y esperé a que mi hermana y mi madre bajaran.

- Vamos adentro --dijo mi padre cerrando el coche con seguro--.

Pasamos por un pequeño caminito de piedras que había para entrar a la casa ante algunas miradas envidiosas de los invitados que se encontraban el el césped de pie y otras miradas, simplemente, normales y casuales. Al llegar, mi padre y mi madre dieron las chaquetas al encargado para ponerlas en las perchas y por fin entramos. Lo primero que me impactó fue ver el tamaño de la sala. Casi parecía del tamaño en los que se celebraban los banquetes reales y los bailes en las películas de princesas. Las lámparas, colgando del techo, tenían brillo por todos lados y las columnas eran especialmente llamativas por el color dorado que ahora las caracterizaba. Una señora un poco mayor que mi madre se nos acercó alegre nada más llegar, como haría cualquier anfritiona para recibir a sus invitados. 

- ¡Tim! ¡Denisse! --saludó a mis padres efusivamente y ambos sonrieron ante la alegría de la señora--. ¡Qué bueno que hayan venido! Oh, esta debe ser _____, la mayor --dijo saludando a mi hermana Spencer, aunque debo admitir que tuve que aguantar la risa--.
- En realidad yo soy Spencer, ella es _____ --aclaró mi hermana señalándome--.
- Un gusto --dije acercándome a ella y dándole dos besos--.
- Sin duda sois unos buenos padres, ambas son preciosas --dijo la mujer, alagándonos--.
- Gracias, Johanna --agradeció mi madre sonriente--. ¿Vino su marido, Mark? --preguntó--.
- Sí, debe estar por ahí conversando y presentando a mi hijo en este terreno. ¡Oh! ¡Espera, que os lo presento! --dijo entusiasmada, aunque lo último iba más bien para mi hermana y para mí--.

La señora, o mejor dicho, Johanna, se fue a paso rápido a buscar a su marido y su hijo mientras nosotros cogimos un poco de gambas y cócteles que ofrecía un camarero que pasaba por allí. Spencer en seguida vio un chico de más o menos su edad solo en una especie de barra que había por allí y fue a conversar con él. A los pocos minutos, divisé a Johanna, haciéndonos señales para que nos acercáramos donde estaba ella y les avisé a mis padres. La figura del chico se veía bastante atractiva con traje desde donde yo veía, pero todavía no podía distinguir su rostro. Cuando por fin los distinguí bien, no podía creerme lo que estaba viendo.

- No puede ser... --susurré sin que nadie me escuchara, casi impactada por lo que estaba ocurriendo, pero al parecer él sí me escuchó porque sonrió con satisfacción--.

Las apariencias engañan...

---

Bueno, aquí tienen el capítulo. Siento mucho la demora, no estoy pasando precisamente por mi mejor momento, pero parecen que las cosas se están calmando un poquito más para mí. Espero que con la tardanza, mi número de lectoras no haya bajado. Os dejo la imagen del vestido de Rayis y Spencer aquí.



Un beso a todas, sois maravillosas. Andrea xx. <3.

No hay comentarios:

Publicar un comentario